Por Luz Mariana Rodríguez | 20 de diciembre, 2023
La brisa fresca arrastra consigo las hojas caídas de los árboles, mientras tanto los días se han vuelto más cortos y las tardes adquieren un tinte nostálgico, como anunciando el final de algo. A lo lejos se escucha el sonido de cascabeles que se mezclan con el brillo de luces decorando las calles. El frío ha llegado y con este las fiestas.
En la imaginación colectiva existe una idea muy clara de cómo se ven los festejos en occidente durante el último periodo del año. Nieve, adornos en las fachadas de los edificios, gente en las tiendas apresurándose a hacer compras de último momento y un hombre vestido de rojo que aparece en cada rincón de la ciudad en una forma distinta, ya sea en tiendas o anuncios publicitarios.
No obstante, sabemos que cada región encuentra la forma de impregnar su propia identidad en sus rituales de celebración. Como si se tratara de un pincel dando los últimos detalles a un lienzo, llenándolo de fiesta y color.
Oficialmente el periodo navideño en México da inicio con el ya famoso “Guadalupe – Reyes” o con las también llamadas “Fiestas Decembrinas”. Un cúmulo de festejos que arrancan el día doce de Diciembre con el culto a la Virgen de Guadalupe y concluyen el siete de Enero con el día de Reyes.
Sin embargo, los preparativos para cada festividad empiezan desde días antes en muchos lugares de la República, con las ya conocidas peregrinaciones que llenan las calles de danzarines y devotos desde mitades de noviembre, el inicio de las posadas o los vendedores que se preparan para recibir las fiestas. Un ejemplo de esto se encuentra en la ciudad de Torreón, una zona semidesértica ubicada al norte del país, en el estado de Coahuila.
Si nos internamos por sus calles durante esta época del año, podremos distinguir transeúntes que salen a disfrutar la belleza de la hora dorada mientras observan las danzas que pasan una tras otra en conmemoración a la Morenita del Tepeyac.
Escarbando un poco más encontraremos los famosos Puestecitos ubicados en el centro de la ciudad. Un mercadito con más de sesenta y cinco años de antigüedad que, a simple vista, no le pide nada a ningún otro típico en distintas zonas del país, pero que, si observamos con atención, es refugio de un montón de historias que aguardan por ser contadas.
Instalándose en el corazón del centro de la ciudad a partir del tres de Noviembre, justo después del día de Muertos, estos negocios inician actividades a partir del día trece del mismo mes, vendiendo artículos exclusivamente para las fiestas decembrinas, entre estos podemos encontrar hierbas de temporada para los nacimientos, figuras de santos, artesanías, luces , así como comida típica de temporada, tamales, buñuelos, atole y los tradicionales hot cakes.
Cabe mencionar que este mercado se ubica en una zona perfecta, justo en una intersección por donde pasan cada tarde los peregrinos, así como estudiantes y trabajadores que deciden darse una vuelta acabada la jornada.
Poner un pie en aquel lugar es un estímulo a los cinco sentidos. El olor a heno fresco, las luces y adornos impregnados del folklor mexicano, los ligeros empujones de desconocidos abriéndose paso entre la multitud y el bullicio de los vendedores mezclado con melodías navideñas “Pásele pásele, pregunte sin compromiso güerita”.
Este lugar ha sido testigo que múltiples generaciones que miden sus años a través de trabajo duro y el mantenimiento de las tradiciones, tal es el caso de María de La Cruz Solís, comerciante con más de treinta y ocho de antigüedad:
“Estos puestos se van heredando, a mi por ejemplo este me lo dejó una tía, yo tengo aquí desde los 5 años y esto ha hecho que todos nos veamos como una gran familia, muchos crecimos juntos y continuamos con la tradición año con año”.
Indagando en más historias encontramos también la de una de las mujeres con más trayectoria, la señora Guadalupe Rodríguez Rodríguez : “yo tengo aquí trabajando alrededor de sesenta y cinco años, llegué de diez y siete, empecé a trabajar este negocio de recién casada con mi esposo y actualmente formamos parte de esta comunidad de comerciantes que cada año se reúne para vender y recordar viejos los tiempos, así como a ensañar a las próximas generaciones a hacerse cargo del negocio.”
Al hablar del comercio ambulante se debe mencionar la gran labor que existe detrás de cada vendedor mismos que se preparan con meses de antelación vigilando la distribución de cada puesto, tal como lo menciona Miguel Rivas que en sus propias palabras:
“Aquí en este mercado se manejan varios giros de negocio, si caminas para adelante vas a encontrar puras personas que te venden la hierba portable, el heno, la gobernadora que vienen principalmente de Saltillo, si caminas más al centro vas a encontrar artesanías, figuras de barro, dulce típico y mucho adorno mexicano. Al igual es muy importante ir viendo la evolución del producto, antes se vendía la esfera de vidrio soplada y esta cambió por la esfera de plástico o el árbol artificial que vino a sustituir al natural, entonces son tendencias.”
Así como el mantenimiento de venta es importante dentro de la temporada, también lo es la preparación y proceso de surtir cada puesto para iniciar la venta con seguridad, teniendo tratos con artesanos y proveedores a lo largo de toda la república, principalmente de Guadalajara y Puebla. “Empezamos a surtir el producto casi con 3 meses de antelación, más o menos desde Agosto o Septiembre”
Sin duda las nuevas generaciones son las encargadas de continuar la tradición del comercio navideño en los puestecitos, tal es el caso de Iker Pimentel de doce años
“Yo siempre vengo después de la escuela a ayudar a mis abuelitos en su puesto de churros y hot cakes, los preparo y los vendo en veinte pesos. Me gusta mucho desde chiquito y quiero seguir viniendo cuando crezca”.
A lo largo de los años los famosos puestecitos han sido cómplices de miles de personas que cada año deciden dedicar dos meses de su vida para dejar sus negocios habituales en mercados locales y mantener viva una tradición de más de setenta y cinco años. Así mismo las personas que noche tras noche disfrutan del recorrido y conviven entre sí para darle a esta época no solo un significado de unión en familia sino que también fortalecen los vínculos de identidad y comunidad.
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